Gran esperanza un tiempo. Roger Wolfe



La poesía de Roger Wolfe (Westerham, Inglaterra, 1962), afincado en España desde la infancia, y que ha desarrollado una obra narrativa, poética y ensayística en castellano, fue en su momento un hallazgo brillante dentro de la nueva poesía española, entendida ésta como la surgida entre los años 1975 y 1992. Wolfe era una isla solitaria y abandonada por todos, un outsider, un francotirador que disparaba a matar con palabras secas, escuetas, adustas. Con rapidez la crítica, entre ellos, Miguel García Posada, comenzaron a colocarle etiquetas, “poesía realista” o más recientemente la de “neorealismo” acuñada por Juan Miguel López. Pero aunque le pese al propio poeta, entre el público lector, la obra poética de Roger Wolfe ha sido popularmente encuadrada dentro de eso que se ha venido en llamar “realismo sucio”, ese mundo bronco de perdedores y marginados, de gente que vive en los barrios malos, que subsiste con la ayuda económica que los trabajadores sociales le consiguen y que a veces les quitan a sus hijos. Es una poesía heredada directamente de tierras norteamericanas; Charles Bukowski y Raymond Carver fueron sus principales exponentes, y han sido autores que han influido claramente en la lírica de Wolfe, tanto a nivel temático como formal.

            Sin embargo, encuadrar meramente la poesía de Roger Wolfe dentro del realismo sucio, sería como intentar ver películas en color en una televisión en blanco y negro, nos faltarían toda una extensa gama de matices. Eso se demuestra en su nueva entrega poética Gran esperanza un tiempo, que se abre con una cita de T.S. Eliot, un extracto de East Cocker, perteneciente a la obra Cuatro cuartetos, poesía de madurez de Eliot, que tanta influencia tuvo en poetas tan dispares a Wolfe como Jaime Gil de Biedma o Leopoldo María Panero. El poemario se inicia con un canto a la vida sencilla, contemplativa, “Deseo de ser perro”, que tal vez evoca aquel “Deseo de ser piel roja” de Franz Kafka; los referentes póeticos y literarios de Wolfe van más allá de Carver o Bukowski, confiesa en el poema “Antonio Colinas”, que es lector de la obra del leonés, poeta en las antípodas de Wolfe, ser de otro planeta, lo califica; que las simplificaciones sobre la obra de Wolfe han sido demasiadas lo demuestra también en esta nueva entrega en “El juego de los chinos”, donde se rinde homenaje a Juan Ramón: ¡Ah, bendito seas, Juan Ramón! / ¡Te puedo asegurar que no te fuiste/. Se considera el poeta hombre de otro tiempo, nacido bastante más tarde de la cuenta, considera a sus coetáneos a Maugham, Mann, Baroja, Pla, Papini, Eliot, Proust, como enuncia en “El tiempo y el espacio”, toda una serie de referencias literarias que van mucho más allá del prosaico Bukowski, reinventando el conocido comienzo de Aullido de Allen Ginsberg: He visto / los más dotados miembros/ de mi generación / reducidos a pellejo/ por la frustración / y la abstinencia.

Es ya clásica en la poesía de Roger Wolfe la actitud nihilista ante la existencia, su falta de fe en la vida y en el ser humano, relacionados estos dos elementos con el paso del tiempo: No sé muy bien qué hago aquí. / Nunca lo supe / La espera / continúa. Pero este nihilismo es también compatible con la alegría de vivir, pero la alegría de vivir los pequeños instantes, que son los que pueden conformar una existencia tal vez ligeramente cercana a la felicidad, se ha de disfrutar del instante, pues se desconoce si éste tal vez sea el último. Trata también en Gran esperanza un tiempo, el tema de España, metaforizada en un anciano; es difícil encontrarse en la lírica actual a un poeta que titule un poema “España”, que se atreva a hacer una definición del país: Huele a lejía. / A cañas de cerveza / y a tortilla. Huele a España, pero encontramos un aire nostálgico en esa evocación de España, una España de finales de los 70, muy lejos de Internet y del actual neoliberalismo, un país, que según Wolfe, No es tan fácil acabar con él./ Pese a todos los intentos. Continúa con una actitud crítica, políticamente incorrecta, que ha sido una de las características propias de toda la poesía de este autor, en “Poema para los progresistas”, donde carga contra toda clase de izquierda sin ninguna piedad, porque tal vez esos progresistas nos han dejado desvalidos ante el salvaje expolio del neoliberalismo: Vuestra única y bien triste / reclamación ante la fama / es haber contribuido a acelerar la llegada del final.

            Sin embargo este nihilista huraño y amante del tabaco que ahora lo tiene que fumar a escondidas, -encontramos toda una oda al tabaco en el poema “El humo del infierno”-, es también capaz de construir poemas de amor donde se de lugar al erotismo, como “El riachuelo”: Los besos caen por la frente, / recorren la nariz, / se precipitan gota a gota/ entre los labios, en estos tiempos entre dos siglos, en estos días donde La poesía […] está muerta y enterrada, es necesario el amor y la carne para vertebrar la existencia humana, una lucha contra la segura muerte es estar en ese paraíso inguinal. Con ecos del homónimo “Albada” de Jaime Gil de Biedma, Wolfe vuelve a incidir en la temática del paso del tiempo, y en la idea de que tan sólo puede tener algo de sentido, vivir en el instante, la eternidad dichosa del instante, sin tener consciencia del presente, futuro o pasado. Baja el tono del poemario en poemas como “El goce y la amargura”, que nos refiere a una idea tosca y vulgar, si el hombre piensa con la cabeza o la entrepierna, intenta utilizar el recurso al humor, a la ironía, que tan buen resultado le dio en el pasado pero aquí naufraga en versos repletos de sal gorda, como Ahora está llorando. Y llamándome / una cosa fea que acaba rimando con cicuta.

            Pero la poesía de Roger Wolfe, debido tal vez a su edad, -rebasa ya la cincuentena-, ha alcanzado la madurez, y alcanza sus mejores cotas cuando se enfrenta a la irrealidad de la existencia, a la monotonía y vulgaridad que configuran la mayoría de nuestros días, una vida repleta de nimiedades que nos intentan disfrazar de una existencia más bella como afirma en “Vidas imaginarias”: Como esta inútil vida imaginaria / de quien se dedica a mirar por las ventanas. El paso del tiempo, es ese drama atroz que acontece a todos los seres humanos, acentuando el sinsentido del vivir: El tiempo se nos va. Y eso / es lo más triste de todo. Uno de los mejores poemas de Gran existencia un tiempo, es “Calle Olvera, 1997”, donde Wolfe vuelve a ahondar en la idea que atraviesa todo el poemario, de que la felicidad está sin duda alguna en el goce del momento, y entona una defensa de la vida estoica, de lo realmente poco que se necesita para tener una existencia feliz y placentera, a esa conclusión vital de toda una vida a llegado Wolfe: Bueno, he de decirlo: para su suerte o su desgracia / soy un hombre al que le basta/ más bien poco para estar contento. Toda una declaración de principios y una actitud moral encomiable en estos tiempos de avaricia que recorren nuestro país.

Cuando los poetas llegan a una determinada edad, normalmente a la mitad de su existencia, suelen escribir algunos de sus mejores poemas, en los que recogen en tan sólo un puñado de versos, su visión particular sobre la vida, la forma en la que quieren envejecer y terminar sus días, y exponen las conclusiones vitales a las que han llegado. Esto lo podemos comprobar por ejemplo, en el caso de Luis Antonio de Villena, autor de edad cercana a Roger Wolfe, en su poema “Epitafio”, de su último libro Proyecto para excavar una villa romana en el páramo. Es una edad, la cincuentena, propia para la reflexión, y en el caso de Wolfe, un hombre, un poeta que se conforma con poco, con lo que realmente importa, pedir tan sólo Que hubiera un poco de mar. /Que hubiera un poco de cielo. Y toda la sabiduría que Roger Wolfe ha acumulado a lo largo de una existencia de más de cincuenta años se expone en “Poema encontrado en el fondo de una papelera”, donde afirma que conoce el hambre, la sed, el ansía, la alegría y el amor y todos sus reversos que hacen sufrir, el desamor y la desdicha, pero que tropieza cada día con la misma piedra, ya que, Porque el hombre es un animal que tropieza. / Porque no somos capaces de otra cosa.

Gran esperanza un tiempo, es un excelente libro de poemas, donde nos encontramos a un Wolfe, serio, reflexivo sobre los asuntos que realmente importan en la vida, sobre las cosas en las que realmente nos va la vida a los seres humanos.  El poeta es un hombre que se encuentra en el meridiano de su vida, y que se presenta con muy poco equipaje, con muy pocas cosas en las manos, porque es realmente muy poco cuanto se necesita para tal ver rozar la felicidad con los dedos, como contemplar ese mirlo que canta en el árbol poco antes de que llueva.

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