MÚSICA PARA EL DESVELO. ÁNGEL MORA.
Es Ángel Mora un poeta ensimismado, verdadero, que
permanece observando la vida en Algeciras, la ciudad que le ha acogido desde
hace ya tantos años, alejado del ruido y las farsas de los cenáculos
literarios, para ir lentamente construyendo una obra delicada, depurada,
minuciosa, que da sus frutos a lo largo de más de cinco años, pero que ahora se
nos hace totalmente necesaria, porque una vez que es leída, cuando llegamos a la
poesía de Ángel Mora, se queda con nosotros para siempre, como el tiempo,
compañero fiel, y se hace absolutamente imprescindible para entender el mundo y
la vida.
Porque
es la vida, con todo lo que esto significa e implica cuando trazamos sobre el
papel esa palabra, el tema único de la poesía de Ángel Mora, con todo lo que
ésta viene a mostrarnos, porque, Cogimos
aquel tren porque era el único / que por allí pasaba, se nos dice en “El
primer día”, el poema que abre este Música
para el desvelo, publicado por Ediciones en Huida, esa joven editorial
sevillana, que tan excelente poesía viene arrojando en sus publicaciones. Y de
la vida se desprende uno de sus problemas fundamentales, ¿quiénes somos?, y
Ángel Mora nos define como un puzzle, el
puzzle somos nosotros, nosotros mismos, pero un puzzle donde no siempre
encajan las piezas, porque muchas de las veces están ajadas, deterioradas por
el tiempo, y las heridas han cicatrizado mal, si es que lo han terminado de
hacer. La identidad es ese oculto secreto que escondemos bajo múltiples
estratagemas, bajo los gestos cotidianos que realizamos o las palabras forzadas
y mecánicas que pronunciamos, pero nuestro más auténtico yo, aquel que guarda
nuestras más altas virtudes y nuestra más honda mezquindad, ese no lo mostramos
nunca: Así que ya lo sabes: ni aún entre otras manos / un rostro se desnuda, ni
aún bajo la luna . Y convivimos con nuestro yo más horrendo, como si por
más que nos lavásemos las manos, fuera imposible borrar esas manchas de sangre
que el crimen ha dejado en ellas, así afirma en “Nocturno dentro”, Toda la noche y a solas, / con toda mi
sombra dentro, / con mi propia sombra horrible / mostrándome mis defectos. Pero
la verdad de lo que somos, nuestra más íntima esencia, no puede ser ocultada a
los ojos de los demás, pues precisamente, a través de éstos es revelada, y el
otro, el que camina a nuestro lado, puede saber de nuestro más oculto ser, Si los ojos hablaran, / si los ojos contaran
lo que han visto, / las palabras sonarían de otra manera.
Mas un elemento vertebrador de la vida es la memoria. A través de ella
fijamos lo único que llegamos a ser; recuerdos, tiempo, ya que como afirmaba el
poeta Juan Luis Panero, sólo somos tiempo y memoria, y de la memoria y el tiempo,
se ocupa la poesía de Ángel Mora, en este espléndido libro que es, Música para el desvelo, afirmando en
una imagen de profunda intensidad, Estas
rosas, tan viejas, en su aroma/ guardan su primera espina. Pero el poeta
reflexiona ante el paso del tiempo y de la vida, y toma una actitud vital ante
ambos, un estar tal vez cansado, hastiado en el mundo, ¿tal vez, sin esperanza, con convencimiento, como
afirmaba el poeta Ángel González?. Ángel Mora nos dice en “Irremediablemente”: así miro yo la vida mientras pasa:[…]/sin
nostalgia ni esperanza, y en el mismo poema escribe, Son ganas de sufrir / de involucrarse en algo/ que tarde o temprano /
nublará el olvido. Pero el poeta no cae en la más absoluta de las
desesperanzas, también celebra la vida, ese don otorgado, que se vivencia en la
más pequeña de las cosas, y llega a calificar el tiempo como Un hermoso regalo, sin duda inmerecido. Aunque
poco podemos hacer para oponernos al discurrir de la vida, ésta es un río
inconmensurable que nos arrastra, que nos envuelve y a veces nos hace danzar
como unas marionetas sin voluntad: Imparable
la vida su prisa nos da alcance, / nos va dejando atrás sin miramientos.
A veces, Ángel Mora desea enajenarse, olvidarse de todas las miserias
humanas, de todo el tráfago que es el vivir, y tal vez habitar una vida más
alta y más pura, que sería aquella constituida por nuestros más íntimos
anhelos, por nuestros sueños, Yo, si
pudiera, estaría siempre en las nubes: / vida más alta y mejor hay en las
nubes, /mucha más realidad tienen los sueños. En ellos tal vez podemos
encontrar una forma más alta de pureza, de verdad, porque Las fieras, claro está, somos / nosotros, amor, nosotros mismos. Pero
la vida, es esa materia gris que transcurre en los días que realmente configuran
nuestra vida, los días laborables, los días entresemana, que son los que verdaderamente
constituyen la vida, como el poeta Karmelo C. Iribarren sentenciara en muchos
de sus poemas; y así pasa la vida, mientras estamos ocupados en nuestras tareas
cotidianas: Así que pasó desconocida,/
como si no pasara: tímida gacela, / como siempre pasa. Pero una de las más
demoledoras sentencias sobre el tiempo que el poeta Ángel Mora escribe en este Música para el desvelo, se enuncia en el
poema “Otra vez el otoño”, un poema que no necesita de ninguna exégesis, pues
su descarnada elocuencia, implica que no realicemos ningún otro apunte que
empañe su decir: Pero ya no me engañan.
Ahora sé que es mentira / Sólo existe un otoño. / Sólo existe un otoño en la
vida. / Y un solo verano. / Y una única primavera. / Y un ignoto invierno
helado en una noche perpetua. ¿Pero qué nos queda de todo ese tiempo, de
ese único otoño, primavera y verano, qué nos queda de todo el vivir?, Ángel
Mora nos responde con claridad: De todo lo
que había ya sólo queda esto:/ escombros, argamasa.
En el poema “Donde está la poesía”, dedicado al
también poeta y autor del prólogo del libro, Juan José Téllez, se formula una
suerte de poética, y se indaga sobre dónde se puede encontrar la poesía; para
Mora no se haya exclusivamente en los libros ni en el arte, para él la más
sublime Belleza puede encontrarse en lo más cercano y cotidiano, muchas veces en un cardo/ en un autobús
mugriento /[…]/planchando una camisa,
/al cruzar la puerta,/ en plena guerra/[…]/¡misteriosamente en todas partes, a
todas horas!.
La poesía de Ángel Mora es una poesía que nos habla de nuestras más
íntimas preocupaciones, las más hondas, las esenciales. El poeta delimita con
sus poemas un espacio donde puede encontrarse con el lector, donde las
vivencias de uno y de otro se encuentran; porque Ángel Mora transciende la mera
anécdota vital y se sitúa en lo universal, que es el territorio de la auténtica
poesía, de la gran poesía que este poeta practica, y que nos es necesaria para
entender y comprender el mundo y la vida.
Mora, Ángel, Música para el desvelo. Sevilla.
Ediciones en Huida, 2014, 113 pags.
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